Emburciadas

Contador

lunes, 15 de diciembre de 2014

NAVIDAD


Bueno, pues mira, así, a lo tonto a lo tonto, estamos ya metidos en las Navidades. Esa época del año en la que, con la excusa del nacimiento de Jesús, montamos un Cristo, armamos la marimorena y organizamos unas fiestas que consisten, básicamente, en comer, comprar, comprar y comer, qué juerga.  Y nos perfumamos. Nos perfumamos mucho. ¿Te has fijado en que, en estas semanas, de cada cuatro anuncios de la tele cinco son de colonias y perfumes? Que yo me pregunto ¿a qué olemos los españoles el resto del año? O, incluso, ¿esperamos a estas fiestas para decirles sutilmente a nuestros allegados que apestan? Y, sobre todo, si compro una de esas eaus pour homme ¿me incluyen en el paquete al tío bueno que me hace ojitos desde la pantalla mientras la anuncia? Porque así ya tenía yo solucionado el regalo de mi propio… ¡y el mío!

En fin, que son días, estos, en los que los pavos y las cuentas corrientes se ponen muy tristes y el colesterol se pone muy contento, ¡hala!, menudo fiestón se corre el tío. Y en los que, brindando y haciendo el payaso con los suegros y con los jefes talmente como si nos cayeran bien, nos sentamos a la mesa a primeros de diciembre con la cena de empresa y nos levantamos al acabar el roscón de Reyes, qué empacho.

Y, entretanto, regalo va regalo viene, que menuda faena nos hicieron los magos esos de Oriente abdicando en los padres (y en los tíos, abuelos, hermanos y demás parientes). Pero, por si eso fuera poca faena, nosotros, que nunca tenemos bastante, pues nos hemos traído también a Papá Noel y al amigo invisible, que para no verse hay que ver lo que fastidia. Y es que mira que nos encanta importar modas, oye; que empezamos con lo de Santa Claus, luego vino lo de Halloween y, claro, ahora ya no seríamos nadie sin lo del viernes negro, qué risa de ofertas.

Lo que sí es muy nuestro es el Día de la Salud. Sí, el 22 de diciembre, ese en el que la mayoría de nosotros nos resignamos a decir que lo importante es estar sanos. Que yo este año estoy tentada de hablar con Nicolás –no, con el santo de la barba blanca no; con el pequeño-, a ver si puede hacerme una gestión para que la bola de mi número salga del bombo con el premio gordo.  Que digo yo que, para alguien que ha engañado a medio mundo, engatusar a un niño, por muy de San Ildefonso que sea, debe ser pan comido. Un personaje, este Nicolás que dice que se llama Fran. Pero, anda, que los que mordieron sus anzuelos falsificados, menudos lumbreras. Y luego los pavos son los que rellenamos de ciruelas para Navidad. Madre mía, qué belén de país.

viernes, 28 de noviembre de 2014

MIERDA EN LA LUNA


Oye, que no sabía yo, qué gracia, la de cosas que hay en la Luna. No, no digo cosas como piedras, minerales o sustancias extrañas de interés científico. Qué va. Que acabo de leer por ahí que los astronautas que, a lo largo de los años, han visitado ese, nuestro satélite, pues han ido dejando objetos diversos. Qué digo objetos, basura de todo tipo. Sí, en serio. Vamos, que han dejado aquello hecho un estercolero.

Lo he visto no recuerdo dónde. Es que, hija, ahora como la prensa se lee más rápido, pues me da tiempo a echar un vistazo a noticias así más curiosas. Sí, porque, tal como está la actualidad, las secciones tradicionales de los periódicos se pueden condensar en una: tribunales. Ahí te entran política, espectáculos, economía y hasta deportes. Y, claro, acabas enseguida, porque no tienes que andar saltando de sección en sección.

El caso es que, buceando en Internet, me he encontrado hoy con esa noticia tan curiosa. O asquerosa, según se mire, porque la información decía que entre las cosas que los terrícolas han ido abandonando en la Luna se incluyen bolsas con orina y hasta colecciones de defecaciones. Sí, eso, de caca. De mierda, vaya. Qué asco.

Y vehículos abandonados, cámaras de fotos, discos, botas, martillos, espejos, bolsas, guantes, pelotas de golf… Y todo esparcido de cualquier manera; nada de bolsa amarilla ni iglú verde para el vidrio, no te creas. Un desastre, vaya. En la noticia no quedaba claro, pero creo que un astronauta se dejó allí hasta los restos del bocata de chorizo de Cantimpalo que se comió en la pausa para el bocadillo que se tomaban mientras daban un pequeño paso para el hombre pero grande para la humanidad. Lo que sí explicaba es que hay también retratos familiares de esos con padres, niños repeinados y hasta suegra. Hubo alguno que quiso dejar allí a la suegra en persona, directamente, creo. Pero no hubo forma. La muy puñetera no se dejó meter en el cohete y no subió. Que ella tan lejos no iba, decía; que ya cuando iba al pueblo se le hacía el viaje muy largo, imagínate. Así que el yerno, en venganza, se llevó el mando a distancia de la tele, y allí sigue. El mando en la luna y la suegra sin poder cambiar de canal.

Desde luego, mira que somos guarros los humanos. Que vamos a la Luna y es lo mismo que cuando vamos a la playa: la dejamos hecha una mierda. No quiero ni pensar lo que será cuando empiecen los viajes espaciales turísticos. Con nuestra capacidad para el desastre, aquello tarda dos días en parecer  Benidorm. Que se empieza dejando las colillas y los restos de la carne empanada y se acaba haciendo barbacoas. Y de ahí a las torres de apartamentos y los chaletes acosados hay un paso, lo que yo te diga.  

Como no nos cortemos y nos civilicemos un poco, al final van a venir de verdad los extraterrestres. Pero no para invadirnos, no, que yo no creo que este patio, tal como está, les interese mucho. Vendrán para obligarnos a limpiar aquello. Y para advertirnos de que, si volvemos por sus territorios –o lunitorios o martitorios o lo que sea-  y tiramos ni que sea un papelucho al suelo, cierran la frontera espacial y allí no entra, vamos, ni el pequeño Nicolás.

jueves, 20 de noviembre de 2014

INFIELES


No se fía de mí. La confianza se ha esfumado. Está claro que teme que le traicione. Que le sea infiel. O sea, que le ponga los cuernos, hablando en plata. Por eso ahora me cita todos los días. Me obliga a ir a verle a su oficina cada mañana, a horas distintas. Cada día me dice la hora a la que tendré que ir el día siguiente. Me quiere controlar, vaya. Piensa que, de esa forma, me rompe la posibilidad de estar con otro. Que yo pienso que ya no es que lo tema, sino que lo sospecha firmemente. Lo he presentido cuando, esta mañana, le he pedido que las citas sean a una hora más temprana y me ha clavado una mirada inquisidora como un polígrafo mientras me preguntaba “¿por qué? ¿eh? ¿por qué quieres venir más pronto?”. Y se ha negado. Que las normas las pone él, me ha dicho.
Yo puedo comprender que, con la cantidad de engaños que salen a la luz últimamente, surjan las dudas. Es raro el día que no conocemos una nueva historia que, de la noche a la mañana, pasa de ser envidiable a romperse drásticamente por culpa de las mentiras. Pero no me gusta nada que me controlen. Me produce una gran incomodidad en el plano moral y también en el práctico, porque esta maldita estrategia que me ha impuesto me rompe las mañanas. Y una tiene cosas que hacer, aunque no tengan nada que ver con sus sospechas.

También es cierto que hace poco tiempo que me conoce y, por mucho que yo le jure que soy fiel y que para mí la lealtad es sagrada, le falta background sobre mi persona para quedarse tranquilo. El caso es que esto es un fastidio. Y, además, me ha pillado muy desprevenida. No podía ni imaginar este comportamiento; no sabía que para él las cosas funcionaban así. Si no fuera porque me mantiene, le diría que mañana vaya a verle su prima la de Murcia. Pero dependo de su dinero. Así de triste.
La verdad es que debía haberlo intuido. Por ejemplo, cuando le dio por modernizarse tanto y me dijo que podíamos confirmar nuestra relación a través de Internet. Que bastaba con que, cada cierto tiempo –tres meses, por ejemplo-, le mandara una señal desde el ordenador, mira qué tecnológico. O cuando se cambió el nombre. Antes se llamaba INEM, pero le debió parecer que sonaba anticuado y ahora se llama SEPE. Sí, estoy hablando del Servicio Público de Empleo Estatal. Del que me paga el paro todos los meses, vamos.

Que el otro día me mandó recado mediante correo certificado para que me presentara en mi oficina de empleo para un “control presencial”. Y, cuando llegué, me dijo la funcionaria –muy amable, por cierto- que la cosa va a durar unos días. Que no se sabe cuántos porque es el ordenador el que manda; el que cada día determina si tengo que volver al siguiente y a qué hora. Y así hasta que el aparato se canse. Mira tú, a estas alturas de mi vida controlada por un disco duro.
Dicen que la cosa es para cerciorarse de que no estoy trabajando y cobrando en negro al mismo tiempo que percibo la prestación por desempleo. Que no lo acabo yo de entender, la verdad, porque, si así fuera, no creo que me resultara tan difícil escaquearme de ese supuesto trabajo clandestino durante los diez minutos escasos que dura la visita al Gran Hermano informático ese. Pero es la manera que tiene el SEPE  de asegurarse que no me baño en las aguas de la economía sumergida. Pues no, señor SEPE, quede tranquilo, que yo de sumergirme, nada. Que, en mi caso, el paro está, al menos de momento, en modo Dios: aprieta, pero no ahoga.

Desde luego, lo mío es mala suerte. Porque ya me han dicho que esto del “control presencial” se hace seleccionando a parados de forma aleatoria. Y a mí, que no me toca la lotería ni cuando juego, pues en estas cosas sí me dan premio. Y no será porque en ese sorteo hay pocas bolitas; cuatro millones y medio, nada menos.
Otros, como un tal Errejón, de la panda de Podemos, llevaba meses cobrando por un trabajo que no hacía y nadie se había enterado. Pero la sospechosa soy yo. El chico este ni pisaba la Universidad de Málaga, que es la que le pagaba. Y no está nada claro que vaya a devolver el dinero cobrado. En cambio, yo, como no vaya mañana a la oficina del SEPE a la hora fijada por el ordenador, me quedo sin prestación. Está claro que él es de los que pueden. Y yo no.

En resumen, que, como de costumbre, pagamos fieles por infieles.

jueves, 13 de noviembre de 2014

INVIERNO A LA CATALANA


No me gusta el invierno. Nada nadita. Ya, ya sé que algunos lo encuentran bonito y hasta romántico, pero a mí me parece triste, ya ves. Para empezar, los días son cortos, y a mí es que los días me gustan largos. Si por mí fuera, los días serían tan largos como un pseudoreferéndum catalán, que empiezan a votar un domingo y acaban tres martes después, qué gozada.

Además, donde yo vivo lo normal es que llueva mucho. Y a mí eso me parece todo menos normal, qué quieres que te diga. Que una cosa es lo de “son cuatro gotas” y otra ver a Noé en el jardín, con el arca hundida y los animalillos como sopas, vamos.

Y, encima, yo es que soy muy friolera. Y no soporto tener frío, manías que tiene una. Porque empiezas a encogerte en octubre y para cuando llega la primavera mides dos centímetros menos, tienes más contracturas que un futbolista y tu espalda ya no sabe por dónde dolerte. Y qué me dices de la odisea de vestirte para salir de casa, jo, que te tienes que poner más capas que una cebolla. Que si la camisetita interior, que si la exterior, que si la blusita, que si el jersey, que si la rebequita por encima no vaya a ser, que si el abrigo, que si la bufanda… Que yo un día fui a hacerme una radiografía, y cuando salí de detrás del biombo ya habían cerrado el chiringuito. Y eso que a la media hora de empezar a desvestirme tuve el detalle de avisarles “un momentito, que solo me faltan los pantys”.

Pero el frío no está solo ahí fuera, no. A la que te descuidas se te cuela en casa y lo invade todo, como una suegra. Y ahí tengo yo un problema. Sí. Porque mi marido nunca tiene frío, qué suerte. Y, claro, tenemos unas discusiones a cuenta de la calefacción que esto parece Sálvame. O peor, el Congreso de los Diputados. Él venga que no hace falta, que hace calor, que está sudando... Y luego viene la retahíla de que es un gasto innecesario, que el gasóleo ha subido, que su sueldo ha bajado y que no tiene más ingresos, ni tarjetas opacas ni comisiones a cobrar ni ahorrillos en Suiza ni nada que pueda distraer de Hacienda. Vamos, que como político iba a destacar poco, el pobre.

El otro día, que estábamos los dos con nuestra hija mayor, la cosa se puso tan así que acabó convocando un simulacro de consulta, qué gracia. Sí, él preguntó quién tenía frío y, en caso afirmativo, si ese frío era de los de poner la calefa o se podía pasar a pelo. El que contestaba que no a lo primero ya no podía contestar a lo segundo, claro. A mi hija y a mí la cosa no nos pareció seria, así que pasamos de meter ninguna papeleta en la caja de los Kleenex que puso como urna. De manera que, en el recuento –que, por supuesto, hizo él mismo-  salió un no de los tres que éramos. Y eso que éste, que olía el fracaso, le preguntó también a Berta, nuestra perra, y a un señor que salía en ese momento por la tele. Pero como ninguno de los dos dijo esta boca es mía, los aceptó finalmente como votos nulos.

Pero no hubo forma, oye. Mi propio echó la cuenta de Mas, dijo que lo suyo había sido un éxito rotundo y que, por lo tanto, al resto no nos quedaba más remedio que negociar con él. Eso sí, la negociación tenía que partir de que la calefacción no se ponía y punto. Llegados a este ídem, y como en casa no tenemos fiscalías ni nada de eso, que somos gente humilde, pues yo aproveché que se distrajo viendo un partido, que ya se sabe que el fútbol es buenísimo para olvidarnos de todo, y encendí la caldera. Que a mí el invierno no me gusta. Ni a la catalana ni de ninguna forma.

domingo, 9 de noviembre de 2014

CATALUNYA Y LOS JUEGOS REUNIDOS


Bueno, pues con el referéndum de la Señorita Pepis que Mas y los suyos han montado en Catalunya, llegamos al final de una semana que a mí me ha parecido algo así como la semana de los Juegos Reunidos Geyper. Sí. Mira si no: mientras la Pantoja caía en el pozo y buscaba el comodín que la salvara de quedarse unos cuantos conciertos sin jugar, la Caballé negociaba para no ir directamente a la cárcel sin pasar por la casilla de salida, descubrimos que una colombiana residente en Canarias había estado saltando de senador a diputado y tiro porque me toca y a la infanta Cristina la sacaban de su escondite con pocas posibilidades de salvarse ni por ella ni, mucho menos, por todos sus compañeros. Podemos cantaba bingo en las encuestas, PP y PSOE se enrocaban en sus posiciones sin acabar de dar jaque a la corrupción, el paro volvía a hacernos póker, UGT rompía la baraja en Andalucía y Monago retrocedía una casilla asegurando que devolverá todo el dinero público que justo una tirada antes había jurado que no había gastado. Que paren esta ruleta, que yo me apeo. Y me da igual que se lo lleve todo la banca; total, ya estamos acostumbrados.

Y como colofón, pues eso, la consulta de juguete de Catalunya. Con sus urnitas de cartón y todo, como cuando de críos jugábamos a construir pueblos con cajas de zapatos. Que es que es la leche que un Gobierno organice un referéndum de kit comprado en los chinos, no me digas. Sin censo, sin garantías y sin utilidad ninguna. De verdad, con todos mis respetos, si no fuera porque esta gente juega con cosas muy serias –por ejemplo, con los ciudadanos, sus sentimientos y su economía-, y porque el ridículo de Artur Mas es ya tan grande que hasta da lástima, este espectáculo sería para desencajarse de la risa.

Pero a mí, que soy tan catalana como todos esos que consideran que para serlo es obligatorio actuar de palmero en el teatrillo con el que les está tomando el pelo su President, no me dan ganas de reír, sinceramente. Lo que me da es pena. Me da mucha pena ver en qué poco tiempo han convertido a mi tierra en la sombra de lo que era y me da pena comprobar cómo tantos catalanes se han entregado a esta causa sin que les permitan ejercer su legítimo derecho a saber que les están engañando. Su derecho a que les digan la verdad, vaya.

Les han convencido de que a lo único que tienen derecho  es a participar en un acto ilegal. Hasta tal punto que, según veo por las redes sociales, son muchos los que están persuadidos de que saltarse la ley es lo democrático y expresarse en contra de ello lo antidemocrático. Algunos se han metido tanto en el papel de “extra” que les ha dado su gobierno que incluso se permiten tachar de intolerante a quien se muestra contrario a la consulta y, a renglón seguido, llamar asqueroso a, por ejemplo, un escritor que tampoco la apoya, que ya sabemos todos que el insulto es el paradigma de la tolerancia. Y, lo que es peor, a varios de ellos les han creado el sinvivir de descubrirse admiradores de la obra de un tipo al que consideran nauseabundo por expresarse en contra de la independencia –“cómo alguien así puede escribir tan bien” he llegado a leer-, qué angustia, eso no se hace. Me parten el alma, de verdad. Ellos, tan entregados y tan empeñados en recuperar el espíritu más cumbaià con iniciativas tan emotivas y necesarias para su tierra como difundir masivamente un mensaje para que WhatsApp incluya entre sus emoticonos uno de la Senyera, qué idea más productiva, no entiendo cómo Catalunya ha podido sobrevivir hasta ahora sin eso.

Con tolerancia de la de verdad, los catalanes, como todos los ciudadanos, tienen derecho a pensar y a opinar lo que quieran, pero también a tener toda la información necesaria para hacerlo y, sobre todo, a que no les utilicen ni se burlen de ellos con juegos tan retorcidos que no cabrían en la caja de los Geyper. A lo que no tienen derecho es a pasarse la ley por el arco del triunfo. Porque hacerlo sienta un precedente peligroso. Y les resta toda legitimidad cuando pidan que otros –por ejemplo, los corruptos, tan de moda- rindan cuentas ante la Justicia. O jugamos todos o rompemos la baraja.

jueves, 6 de noviembre de 2014

SÍNDROME CONFUSIONAL


Acabo de darle un repaso a la prensa y me he quedado en tal estado que yo creo que tengo un síndrome confusional de esos. Sí, como el que alegó el sindicalista Fernández Villa para no tener que dar explicaciones en el Parlamento asturiano sobre su fortuna de casi kilito y medio que había tenido escondida del fisco. Te lo juro, de verdad. Vamos, que si no se me pasa pronto –y, tal como van las noticias, me parece a mí que esto va para largo-, ya tengo excusa para cuando mi marido me pida explicaciones sobre los cargos de la Visa que le manda el banco, no hay mal que por bien no venga. Ya me estoy viendo: uy, a mí no me preguntes, que ando confusionada del todo y no me acuerdo ni de lo que he comido hoy. Que digo yo, por cierto, que qué manía tienen los bancos de mandarles cartitas a los maridos para chivarles lo que hacemos las mujeres con las tarjetas, oye. ¿Acaso le chivo yo a mi propio que cada vez que voy al cajero automático me cobráis casi tres euros por sacar mi dinero? ¿eh? Pues un poquito de reciprocidad, por favor.

Bueno, pero a lo que iba. Es que, a ver, leo y me quedo como mi propia visa; vamos, que ya no doy crédito. Resulta que ahora que el CIS y otras encuestas nos ponen a Podemos de number one, van los de Pablo Iglesias y nos dicen que, en fin, que no nos creamos todo lo que dicen los sondeos, que eso no es así, que ha sido solo un calentón y que gana el PP fijo. O sea, que podemos pero no tanto, han venido a decir. Pero lo más cachondo es que, al mismo tiempo, al resto del personal le ha empezado a dar por arrimarse al partido ese como si fuera, qué sé yo, lo más de lo más. A lo mejor es que, poseídos por la demoscopia, han empezado a pensar que, oye, que igual estos pueden. O, simplemente, han sucumbido a aquello de que si el que no puedes eres tú, -vencerlos, digo- pues únete a ellos.

No sé, pero los titulares que he visto son curiosos. Y no me refiero a Miguel Bosé, que ya se sabe los artistas tienen cierta tendencia a dejarse llevar por modas y pseudorevoluciones. Es que leo que Pedro Sánchez, el del PSOE, ahora no descarta llegar a pactos con los de Iglesias. Y que Ana Botín, presidenta del Banco Santander, dice que su empresa y Podemos tienen “un interés común”. Y que Javier Marín, consejero delegado del mismo banco, asegura que están dispuestos a reunirse con ellos. Y que a Miguel Ángel Rodríguez, portavoz del Gobierno con Aznar, le parecen interesantes.

Y, en medio de todo eso, llega el presidente gallego, Núñez Feijóo, y los deja a todos como piltrafillas espetando “yo soy más de Podemos que los de Podemos”, toma ya, baja Pablo que sube Alberto. Este no se conforma con un yo no voy a ser menos, no, él tiene que ser el más y subirse a la cresta de la ola, di que sí, que si hay que ser modernos hay que serlo a lo grande; todo lo demás es pataca minuta, que decía el presidente de un club de fútbol. Y eso mientras la secretaria general de su partido, la Cospedal, decía que Podemos “es un partido peligroso para la democracia”, que a ella eso de las modas se ve que le resbala. Pues, nena, tienes un presidente en tus filas que a la que te descuides te sale con que lo fundó él, tú verás lo que haces.

A mí también me resbalan bastante las modas, la verdad. No creo que esté la cosa para moderneces. Y espero que este síndrome confusional que nos invade no siga contagiando sin control. Por cierto, fricandó. Sí, que hoy he comido fricandó, me acabo de acordar. Parece que me voy recuperando. A ver si no recaigo al leer la prensa mañana.

lunes, 3 de noviembre de 2014

PUES AHORA ME CORTO UN PIE


Ya sé que no consuela lo suficiente ni, por supuesto, nos resarce a los ciudadanos de lo que está pasando ni, desde luego, es suficiente condena si se demuestra todo lo que se está diciendo. No. Pero no me negarás que, para gente que ha sido lo más –lo más poderoso, lo más rico, lo más chulito, lo más guay-, verse ahora en el fondo del pozo no tiene que ser una penitencia dura. Porque a este tipo de personajes lo que les gustaba, está claro, era vivir bien; pero lo que les ponía de verdad, estoy segura, era presumir y mirar al resto por encima del hombro. Y por eso mismo creo que para ellos la peor condena es caer desde lo más alto al sótano de la vergüenza y la humillación.

Porque pasar de las grandes casas, los áticos en Marbella, los BMW, las fincas, las comilonas y las cacerías tipo porque-yo-lo-valgo a la celda de una cárcel, como le ha pasado a Francisco Granados, tiene que ser la leche, no me digas. Que el hombre se acostó una noche siendo Don Francisco y al poco de levantarse a la mañana siguiente ya era Paquito, el hijo del agricultor, convertido en “ese pájaro” y señalado con el dedo por todo el mundo. Y eso tiene que doler.

Y qué me dices de Pujol y familia. Que yo, en este caso, pienso sobre todo en Marta Ferrusola, la matriarca que, según dicen, lo controlaba todo, que lucía poderío, que ordenaba a sus escoltas que le pasearan al perro y que no soportaba a los charnegos, qué digna ella. Que les decía a sus hijos, cuando aún eran niños y no presuntos delincuentes, que no jugaran con este o con aquel otro porque eran castellanos, qué delito. Y ahora, ya la ves, teniéndose que esconder de vecinos y periodistas, que lo mismo alguno hasta es de Murcia, qué bochorno, ya no se respeta nada. Y mostrando toda su educación mandando a la mierda a un reportero, quién te ha visto y quién te ve.

Por no hablar de algún empresario como Jorge Dorribo, el campeón de la operación ídem, que ha pasado de lucir deportivos y vivir en casas lujosas a vender quesos en mercadillos de Portugal. Caralludo. No, que no es que la cosa me parezca estupenda, es que los quesos se llaman Caralludo. Sí, eso he leído; la vida a veces te da tortas como quesos.

Pero, es verdad, todo eso, que a esa gente les tiene que doler mucho, a los ciudadanos no nos consuela. Los ciudadanos queremos que se haga justicia y que se acabe con la vergüenza, pero con la que sufre el país, no con la que padecen los corruptos. Sin embargo, a juzgar por lo que revelan las últimas encuestas, los ciudadanos también somos caralludos, como los quesos de Dorribo. Porque, al parecer, la mejor idea que se nos ocurre para mostrar nuestra indignación y darle una solución a este país es votar a Podemos, mira qué bien. Que viene a ser una reacción como la que tenía mi padre cuando era niño y su madre le castigaba a su modo de ver injustamente. Según me ha contado varias veces entre risas, en esos casos mi padre amenazaba gritando “pues ahora me corto un pie”. Sin pensar en lo que eso suponía, claro. Pues en este país lo mismo. Si nos castigan, reaccionamos sin pararnos a pensar en las consecuencias. Ni en que, por lo poco que se sabe de cómo Podemos puede hacer lo que dice que podría hacer, darles la oportunidad de que manejen nuestros cuartos y nuestras vidas puede ser talmente como cortarnos un pie. Y eso sí que tiene que doler.

martes, 28 de octubre de 2014

CORRUPCIÓN Y PRESUNTOS


Hala, 51 individuos más para el suma y sigue de la corrupción. Esto es un no parar, oye. Un no parar de presuntos, porque con tanta trama los juzgados no dan más de sí y la justicia va tan lenta que uno puede quedarse de presunto hasta la jubilación. Dice un periódico que la corrupción política indigna a toda España. Hombre, pues sí, pero esto no es de ahora, supongo. La indignación no habrá venido por los púnicos esos, que parece que lo de meter la mano en el cajón se lo han inventado los de ahora. Lo que es yo, llevo indignada desde aquello de los fondos reservados del Gobierno de Felipe González, mira si ha llovido. Y el culmen de mi indignación llegó con lo del terrorismo de Estado del GAL, que lo de robar desde las administraciones es que me solivianta grandemente, cómo no, pero lo de matar desde las instituciones me espanta, no puedo evitarlo.

Y si cada redada de estas nos indigna más, con las reacciones de los partidos ya te dan ganas de morder a alguien, vamos. Los del PP piden prudencia y aseguran que están avergonzados y escandalizados. Pues, vale, muy bien, nos dejan mucho más tranquilos. Y los del PSOE que, como ahora han detenido a 51 personas por otra trama y la mayoría son del PP, pues ya no quieren pactar con ese partido medidas contra la corrupción, chincha rabiña. Pero, vamos a ver, ¿no era precisamente porque salen casos un día sí y otro también por lo que habíais decidido que algo había que hacer? A ver si ahora va a resultar que vosotros sois la Virgen María sin pecado concebida, vamos. Que con los púnicos no sé cómo está el podio, pero hasta hace poco dominabais la pole position de imputados en esta carrera vergonzosa.

De todas formas, yo creo que da igual, porque las medidas que los partidos anuncian sobre el tema en cada pico de indignación no me tienen pinta de ser muy útiles. A saber, por ejemplo: chorizo que pillen, chorizo que echan de sus filas. Hombre, pues sí que es un gran avance en cuestión de buenas prácticas. Y, además, luego resulta que todo depende. Otra: limitar la financiación de los partidos. Pero si ya está limitada por ley, señor mío. El problema es que aquí de lo que estamos hablando es de gente que se salta la ley, a ver si nos damos cuenta. Y la propuesta más de moda: aumentar la transparencia. La transparencia es the last grito, que decía un amigo mío. Ahora lo más in es publicar en las webs de partidos e instituciones los contratos que hacen, lo que cobran los cargos, los asesores que tienen y sus sueldos. Ya, pero a mí lo que me preocupa es lo que no publican. Porque, claro, ¿quién me dice a mí que ahí está todo y que todo lo que está es cierto? En alguna página ya he notado yo que faltan, por ejemplo, unos cuantos asesores de esos de confianza. No salen, pero existen. Por otra parte, si alguien en algún partido o, incluso, en alguna institución de esas, cobra un sobresueldo de esos tan manidos últimamente, o sea, lo que se conoce vulgarmente como sobre, ¿me van a hacer creer que lo van a poner en su web? Ya lo estoy viendo: Apartado A: retribuciones; Apartado A1: legales; Apartado A2: ilegales. Amos, no me jodas.

Teniendo en cuenta que el problema de fondo es que el ser humano es, por naturaleza, egoísta y ambicioso, sería más efectivo, en mi modesta opinión, que los partidos funcionaran como empresas. Cuando tú te presentas a una oferta de trabajo, normalmente tienes que pasar una entrevista personal en la que te preguntan hasta por el novio que tuviste en parvulitos. Y te hacen preguntas-trampa. Y te someten a pruebas de psicología moderna que, mientras tú piensas qué chorrada es esta, ya te han radiografiado hasta las intenciones. Y te observan tan meticulosamente que sales convencido de que te han visto la ropa interior. Y si no superas esa entrevista, ya puedes ser el mejor ingeniero del mundo que no entras. Porque en esos minutos han podido deducir, entre otras cosas, que eres demasiado ambicioso o vago o trepa o amigo de lo ajeno.

En la política, no. En la política, cuando hay que meter a gente en listas electorales, basta con que alguien de confianza del jefazo diga “hay que fichar a este, que arrastra en la zona” o, peor, “que le debemos un favor a su padre”, ya empezamos. Y, claro, así, luego puede salir cualquier cosa. Y si lo que sale es un chorizo y lo pones a manejar pasta, pues es fácil que tengas un presunto de esos.

sábado, 25 de octubre de 2014

FRANCISCO NICOLÁS Y ASPIRANTES A SER LO MÁS


O sea, que un chiquillo que hace dos días que dejó el pantalón corto se fotografía con medio mundo y, con poco más que ese aval y su labia, consigue vivir a cuerpo de rey y sumar un montón de amigos engañando a to quisqui. Pues ya tiene mérito el chaval. Que todos conocemos o hemos coincidido alguna vez con un trepa o con alguien cuya máxima aspiración es, sencillamente, ser lo más. Pero que consigan ese nivel de éxito ya no es tan común. Este es que lo ha bordado. Con elegancia y finura, como aquel Frank Abagnale Jr al que Spielberg llevó al cine en “Atrápame si puedes”.

Me estoy acordando, por ejemplo, de una que conozco yo que también venga a salir en fotos y actos públicos y ruedas de prensa y, sin embargo, ya ves, lo único que ha logrado es estar cada día más sola y aislada y caerle mal a la mayoría de la gente. Bien es verdad que esta falla estrepitosamente en las formas. Vamos, que elegancia, en fin, pero finura, pues tampoco. Fíjate que por no apearse del “candelabro” hasta aparece en actos e imágenes que les corresponden a sus compañeros, en una nueva modalidad de lo que se conoce como “fotos robadas”. Eso sí, si la cosa luego se complica por las razones que sea –por ejemplo, porque ella es un hacha complicando las cosas- le pasa el marrón a otro con muy malas maneras, o sea, con las suyas propias. En cuanto a la labia, pues tampoco es lo suyo; que no creo yo que Francisco Nicolás se dirigiera a sus embaucados hablándoles como si fueran niños o tontos. Y así, claro, esta mujer ya no engaña a nadie. O a casi nadie, que su jefe parece que sigue en Babia a pesar de que, viéndola actuar, se diría que esta lo que quiere es ser el califa en lugar del califa, como el visir Iznogud de aquellas entrañables historietas de René Goscinny. Y es que ya se sabe, “hay gente pa tó”, como dijo el torero.

Pero, volviendo al pequeño Nicolás y dejándonos de aspirantes a ser lo más de estar por casa, a mí lo que más me llama la atención del caso es la facilidad que tenemos en este país para convertir en casi ídolos a personas como él. El chico no solo ha conseguido su minuto de gloria –o, en versión moderna, ser trending topic-, sino que los medios están un día sí y otro también sacando su historia por capítulos, hurgando en su entorno y entrevistando a familiares y conocidos, incluida “la Pechotes”, la única amiga que, al parecer, no le ha dado la espalda, qué injusta es la vida. Y las redes sociales están repletas de su rostro en las más variopintas imágenes, algunas muy divertidas. Cualquier día me lo cuelan en la foto de una rueda de prensa de la mujer esa de la que hablaba antes, no te digo más.

Debo confesar que me encanta esa capacidad que tenemos para reírnos de nuestra propia realidad. Es lo mejor que podemos hacer, sin duda. Al fin y al cabo, después de ver cómo nos la han pegado los Pujol, los Ratos, los Blesa, los Griñán, las Malenis, los sindicalistas y los tantísimos etcéteras de todo partido y condición, ver cómo un niño se la pega a tanta gente poderosa da cierto gustirrinín ¿que no?

jueves, 23 de octubre de 2014

EN PELOTA PICADA


En un país que contempla cómo políticos, expresidentes, exministros, sindicalistas y otras gentes de mal vivir roban a manos llenas, en el que un joven farsante acapara toda la atención y en el que hasta la Pantoja suplica para no ir a la cárcel, lo del éxito de un programa en el que los participantes aparecen en pelota picada era cuestión de tiempo. De alguna forma hay que evadirse, y cuál mejor que contemplando un retrato de nosotros mismos al natural.

Casi tres millones de personas vieron la otra noche el nuevo reality en el que chicos y chicas ligan desnudos. No vi “Adán y Eva”. No, no es que vaya de exquisita; es que los realitys me parecen aburridos, nada más. Pero, después de haber leído lo que se ha publicado sobre el estreno, “Mujeres y hombres y viceversa” me empieza a parecer un programa cultural, lo que son las cosas. Y lo del edredoning de “Gran Hermano”, una mojigatería.

A mí no me escandaliza ver a una tipa con el níspero al aire ni a un tipo enseñando Cuenca con todas las casas colgantes. Como mucho, me podría pasar como a aquella señora mayor que, cuando se publicó la foto de Butragueño con su miembro al descubierto, sintió que su marido la había tenido engañada toda la vida. A mí lo que me espantan son algunos desnudos interiores. Que la naturalidad está muy bien, pero hasta cierto punto.

Porque hay que tener muy poquito pudor para llamarle alambrada a la Alhambra y encima ponerla en Córdoba delante de tres millones de espectadores. Claro que, viniendo de alguien para quien la Biblia se publicó por fascículos, que se considera anárquica porque no le gusta el arte y que no distingue entre ríos y frutas, pues la sorpresa ya no es tan grande. Yo no me considero muy culta, la verdad, pero también soy de Barcelona y sé que el Manzanares es un río de Madrid. Igual es que la participante de ese Paraíso de cartón piedra catódico se dejó llevar por la ambientación y ya solo tenía en su cabeza la manzana del pecado. Pecado, el tuyo, reina. Y muy poco original, por cierto. Vamos que, a alguien a quien no le da ninguna vergüenza enseñar así sus atributos, lo de menos es que se le vean las tetas.

Por lo que leo, la más natural fue una aspirante que dejó claro desde el principio que ella lo que quería era un tío con pasta. Que tenga un BMW o un Mercedes y que pague siempre las cenas. Le faltó incluir una tarjeta opaca en las exigencias, con la de candidatos que tendría. A esa chica, tras su paso por ese paraíso de la cultura, lo mismo le dan un Ministerio cualquier día. Y a lo mejor no consigue el BMW, pero se encuentra de pronto con un Jaguar en su garaje.

La verdad, contemplando el éxito de ese programa, me da por pensar que igual no sólo tenemos la televisión que nos merecemos, sino también la realidad que construimos. A poquito que se nos desnude, sale lo más profundo de nosotros mismos. Y después nos quejaremos de que unos listos con poder nos dejen en pelota picada.

martes, 21 de octubre de 2014

DE LÁGRIMAS, CULEBRONES Y CATALUNYA


Bueno, pues, menos mal, parece que la semana empieza con buenas noticias. O, al menos, con una: la auxiliar de enfermería está libre del virus del ébola. Sí, es cierto que el resto de informaciones no son como para tirar cohetes: la corrupción entre políticos suma y sigue; los estudiantes van a la huelga; Mas sigue convirtiendo a Catalunya en un circo; muere Óscar de la Renta sin que yo haya conseguido ahorrar lo suficiente para comprarle un modelito; y quiebra la empresa Fiesta, con la de ahorros de infancia que me gasté yo en sus Kojak y en sus piruletas. Encima, los de Podemos se pelean entre ellos después de causarnos la gran desilusión de reconocer que sus propuestas económicas no son viables -¿en serio? Nunca lo hubiera dicho-. Y, por si todo esto fuera poco, Almodóvar vuelve a hacerse notar y dice que los gallegos son analfabetos –lo que ha provocado un gran escándalo- y anima a los de las preferentes a que les corten el cuello a Rato y a Blesa –lo que no ha escandalizado a nadie, que aquí, ya se sabe, lo de animar al asesinato se lleva bien, pero sin insultar ¿eh? sin insultar-.

El caso es que, con ese panorama, lo de Teresa Romero es, sin duda, una alegría enorme que te hace encarar la actualidad con otro ánimo. Sobre todo después de la semana de llanto que acabamos de dejar. Hija, qué días de lágrimas. Que aún no me había recuperado de la pena negra por el asesinato de Héctor, el personaje de la serie Amar es para siempre, cuando me encuentro a Oriol Junqueras llorando porque no le dan la independencia. Hombre, es que es indignante, es que eso no se hace, es que eso es traicionar a los millones de seguidores que tiene. Lo de la serie, me refiero, que lo de Junqueras más que indignante me parece patético, qué quieres que te diga.

Porque ver a Asun, la mujer de Héctor en Amar… deshecha en lágrimas viendo cómo asesinan al amor de su vida ahora que ya parecían definitivamente juntos, después de que primero no se podían casar porque él estaba casado, luego él se queda viudo y ya se pueden casar, más tarde entra en coma, se recupera, entonces descubren que no estaban legalmente casados porque su primera mujer no se había muerto, luego se pelean y al final se vuelven a juntar y hacen planes de boda… es que te parte el alma. Pero ver a Junqueras haciendo pucheros porque Mas primero dijo que independencia sí o sí, luego que ya veremos, después que referéndum, más tarde que no, que sí, que no, que elecciones y al final que un paripé de no se sabe muy bien qué… pues no es lo mismo. Vamos, que yo cuando lo vi en la tele sentí pena, mucha pena. Se me abrieron las carnes toas, vaya. Pero no por compasión hacia él, precisamente. Es que, Oriol, a ver, no se puede salir un día pidiendo la independencia por la vía de la rebelión y al día siguiente pedirla echando el moco. Vamos, que eso te hace menos creíble que la serie esa que digo.

Así las cosas, yo, puestos a elegir entre culebrones, prefiero llorar con el del difunto Héctor y su viuda Asun. Porque, al fin y al cabo, Amar es para siempre es una serie de ficción. Y el Llorar es para un rato de Catalunya empieza a ser de ciencia ficción.

jueves, 16 de octubre de 2014

CULAMEN Y PECHAMEN


Qué mundo este tan cambiante y paradójico, oye. Que resulta que salgo de un seminario en el que se manejaban conceptos como blogging, copywriting, linkbuilding o SEO y con la misma me encuentro en la prensa con que la Real  Academia Española de la lengua admite ya, en la nueva edición de su Diccionario, “culamen” y “pechamen”. Jolín, cómo nos modernizamos ¿eh? A eso le llamo yo ir con los tiempos. Pero, vamos a ver, ¡que culamen y pechamen ya no lo decía ni Gracita Morales, que en paz descanse! (lo pongo así, con todas las letras, por si me lee Mariló Montero, que no se pierda entre siglas). Qué genial Gracita Morales, por cierto.

También acepta ahora, el Diccionario, “canalillo”,  “muslamen” e “internet”, ¡qué modernez! Sí, modernez también la admite, aunque mi ordenador me la subraye en rojo, qué antiguo. Y otras tan actuales como “desindustrialización” y “deslocalización”, a buenas horas, cuando ya no queda casi nada que deslocalizar  y desindustrializar.

Y desatascador, y salvapantallas y friki y ¡apoyabrazos! Yo lo flipo, que también es correcto según la RAE (Real Academia Española, Mariló). Lo que me ha dejado más tranquila es que ahora se puede usar papamóvil, que es como tengo yo identificado el número de mi padre en la lista de contactos de mi teléfono; y me sabía mal tener ahí una incorrección léxica, manías mías.

Vamos avanzando, sí señor. Lo mismo dentro de veinte años admiten, qué sé yo, wifi, por ejemplo. Pero hay que tener paciencia. De momento, de esta no ha entrado ni choni. Que no entiendo por qué, que bien que admiten “asín” y ahora han metido “almóndiga”, “papeo”, “murciégalo”, “gayumbos” y hasta “chumino”. Acojonante. Que también ha entrado, por cierto. Debe de ser que en esta nueva edición se han dedicado más al lenguaje culto. Digo yo.

En fin, voy a ojear el resto de la actualidad en los medios digitales, ahora que internet existe en nuestro lenguaje. Aunque me da un poco de pereza, porque estando el país como está, asín de revuelto, hay que tener mucho culamen y mucho pechamen para papearse las noticias.

martes, 14 de octubre de 2014

ARTUR MAS, UN GALLEGO DE TÓPICO


Joé, y luego dicen que son los gallegos los que nunca se sabe si suben o si bajan. Pues, anda, que Artur Mas… Este hombre tan pronto está abajo como se viene arriba de golpe, se da la vuelta, va, viene y nunca acaba de saber uno dónde está. Igual es que él tampoco lo sabe.
El President se lanzó a la aventura de la independencia subido en lo alto de la escalera, embriagado por los gritos de independencia de aquella Diada del 2012. Y, así, borracho de éxito, convocó unas elecciones que le dieron una resaca muy dura: un batacazo de doce peldaños como doce escaños. Y, a partir de ahí, el sube y baja ha sido continuo.

Un bailoteo en el que lo mismo se muestra decidido a lograr la independencia como sea que te sale con que de qué serviría una Catalunya independiente si no la reconoce nadie o asegura que la independencia serviría para que en Catalunya hubiera menos recortes. Igual dice que convocará un referéndum sí o sí como matiza que en vez de referéndum consulta, advierte que la hará pero que tiene que ser legal o amenaza con que, en fin, que si el Constitucional dice que no es legal lo mismo le desobedece.
Que si las preguntas de la consulta serán estas; que si, bueno, que igual las puedo cambiar; que si la ley no me permite hacer el referéndum me hago yo una ley que sí me lo permita; que ahora saco la campaña institucional para la consulta me digan lo que me digan; que ahora cambio la campaña por lo que me han dicho; que si no puedo hacer la consulta, hago unas elecciones; que no, que elecciones no, que habrá consulta el 9 de noviembre; que al final no va a haber consulta…

Y, en el último episodio –a día de hoy- de este despropósito, nos viene con que no habrá consulta pero habrá un “proceso de participación”, que no se basará en el decreto que aprobaron a medida –qué desperdicio jurídico; del económico mejor ni hablamos- que no servirá de nada porque no es vinculante y que la consulta definitiva se hará a través de unas elecciones plebiscitarias. Hombre, Arturo, ya está bien, qué mareo. Que después de esto, ya no sabe uno ni lo que querías preguntar en la consulta sí, consulta no de marras.

La verdad es que Mas se está descubriendo como uno de esos gallegos de los tópicos. Empezando por el hecho de que, como toda respuesta a las graves cuestiones que tiene Catalunya pendientes, él ofrece una pregunta. O sea, ¿qué va a hacer usted para arreglar los problemas de esta tierra? Respuesta: ¿quiere usted que Catalunya sea un Estado? Y después viene lo de la indecisión, lo del sube y baja de la escalera.

No me sorprendería que acabara cambiando el texto de la consulta –o lo que sea- con una papeleta tipo:
-¿Quiere usted que Catalunya sea un Estado?

   Asegún

   Adepende

   ¿Y usted?

viernes, 10 de octubre de 2014

LA ESTUPIDEZ CONTAGIOSA


Desde la patética rueda de prensa de la ministra y compañía que, de no ser porque allí no había calidad por ningún lado, sería digna de una película de Berlanga, hasta los bulos corridos por las redes sociales y los medios, a mí el asunto este del ébola ha venido a confirmarme que si hay un mal contagioso de verdad en este país es la estupidez.

El principio básico de informar sin crear alarmas injustificadas que debe presidir una crisis de este tipo se ha ido a tomar por saco desde el minuto uno de la propia crisis. Y no solo porque las autoridades han cometido errores en su gestión y en la comunicación. Parece que ha habido fallos. Parece, digo, porque con la poca y mala información de los gobiernos central y madrileño y con la mucha y perniciosa desinformación de internautas aburridos, de sindicalistas buscando su minuto de gloria, de tertulianos devenidos en repentinos expertos sobre el virus y de medios de comunicación que, enfermos de ictericia, compiten en amarillismo unos con otros, cualquiera sabe lo que está pasando.

No quisiera yo alarmar, que para eso, está visto, sobra gente. Pero que los mismos medios que hablan de falta de información y comunicación desastrosa por parte de las autoridades se afanen en vomitar supuestas noticias de interés sobre el tema que no tienen interés ninguno, saltándose para ello cualquier ética periodística y hasta normas de seguridad y de sentido común, me preocupa. Señores, los políticos puede que no estén informando debidamente, pero desde luego ustedes lo están haciendo muy indebidamente, creo yo.

La última, después de que un medio gallego alarmara con un gran titular advirtiendo de que la auxiliar de enfermería “estuvo a punto” de venir a su pueblo de Galicia cuando ya estaba enferma, una radio matara a la pobre auxiliar de enfermería, una representante sindical la intubara, un periódico le preparara la incineración y dos periodistas que soñaban con ser intrépidas reporteras se colaran en las plantas cerradas del Carlos III total para no decir nada nuevo, ha sido la foto de la enferma en la habitación de su aislamiento publicada por un diario. Y, lo mejor, el editorial que su director firma hoy para justificarla.

“Cinco razones para publicar la fotografía de Teresa Romero”, lo titula. Pero yo me lo he leído y no encuentro ninguna. Según el director de ese medio, la primera razón es que la foto no es robada porque se hizo sobre el monitor desde el que se vigila a la paciente y con el conocimiento de “algún integrante del hospital”. Cojonudo; o sea, que para este director el hecho de que un trabajador del hospital viera cómo hacían la foto y no dijera nada equivale a una autorización de la interesada. La segunda, que el plano general que ofrece la foto aporta información sobre cómo está atendida la paciente. Pues yo no veo esa información en la foto; solo veo a una persona en una cama de hospital. La tercera, que otros medios la entrevistaron por teléfono, lo que le parece fatal al director de ese periódico. Razón poderosa, sí señor; “si otros hacen cosas feas, yo no voy a ser menos”; al margen de que, si la enferma atendió a las llamadas de los periodistas fue por su voluntad. La cuarta razón, que hay televisiones que han “chafardeado” en el entorno de la afectada y ellos no. No, ellos solo se han “colado” en su lecho del dolor sin su consentimiento. Y la última, que la publicación de la imagen es poco menos que un acto para resarcir a la enferma después de que el consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid –otro iluminado- la culpara de su situación. Muy loable la intención, pero ¿no había otra forma?

Lo dicho, ninguno de esos argumentos es verdaderamente una razón para publicar la foto. Comprobémoslo mediante una sencilla prueba: ¿por qué publicó usted la foto? “porque no era robada y un tipo del hospital que lo vio no dijo nada”, “porque era un plano general para mostrar cómo la atendían”, “porque otros medios la han entrevistado por teléfono”, “porque algunas televisiones han curioseado en su entorno”, “porque el consejero de Sanidad le echó la culpa de contagiarse”. No, señor mío, no ha contestado usted a la pregunta; le pedíamos razones y lo único que ha dado son excusas de mal pagador.

En un país que se echó las manos a la cabeza y hasta provocó disturbios por el sacrificio de un perro, se despedaza la intimidad de una persona gravemente enferma en nombre de no sé qué libertad de no sé qué información sin que nadie rechiste.

Como ciudadana, mi mayor interés ahora mismo es que Teresa Romero se recupere y que no haya más afectados. Eso es lo primero. Lo segundo, que se detenga esa otra infección, la de la estupidez, que se está demostrando tan contagiosa. Que no todo se arregla pidiendo dimisiones políticas.

lunes, 6 de octubre de 2014

MODERNIDADES DOMÉSTICAS


Pues, oye, llámame antigua, pero a mí lo de los robotitos esos aspiradores que te van limpiando la casa ellos solos no me acaba de convencer. No. Reconozco que cuando salieron al mercado me llamaron mucho la atención y, en lo más secreto de mi yo misma, quería tener uno. Pero, ahora que lo tengo, pues qué quieres que te diga. Bien es verdad que el mío es un modelo chino que compré por cuatro duros y diez cupones a través de un periódico. Pero, aun suponiendo que los que cuestan quince veces más sean –que es lo que suele ocurrir- cinco veces más eficaces, no lo veo.

Porque, vamos a ver, el aparatito de marras –al mío lo he bautizado R2P2- entretener, entretiene, sí. Se pasea por tu casa sin rumbo fijo, se pone a dar vueltas sin venir a cuento, se atasca en cualquier rincón rugiendo como si el pobre ya no pudiera más y, normalmente, se empeña en pasar una y otra vez por las zonas más limpias olvidándose de las más sucias. Y tú lo vas siguiendo a ratos, observando sus tropiezos y sus superaciones. Pero, he ahí la cuestión, que, al final, tienes que estar pendiente de él, y para eso ya me dirás. Tienes que reconducirlo, resituarlo… y evitarlo para no tropezar. Y le hablas. Lo digo en serio; acabas hablándole. Lo animas cuando no puede con un obstáculo, lo mimas cuando el pobre se engancha con los flecos de la alfombra, y le regañas cuando no recoge aquel montoncito de migas y-mira-que-has-pasado-veces-por-ahí. Es como una mascota. Pero para limpiar, lo que se dice limpiar, la aspiradora de toda la vida, lo que yo te diga.

Reconozco que yo, que en general me considero moderna, para algunas cosas soy muy clásica. Por ejemplo, en las cuestiones domésticas. Y, sobre todo, en la cocina. Con decirte que no tengo ni Thermomix. ¡Qué digo Thermomix! ¡Si ni siquiera tengo lavaplatos! Lo que oyes. Mis amigas me dicen que antigua igual no, pero poco práctica, un rato. Pero es que a mí con los lavaplatos me pasa como con Miguel Ángel Silvestre, que me parece que están sobrevalorados. Total, para lavar los cuatro platos de los que somos de familia. Bueno y los vasos. Y los cubiertos. Y la cazuela. Y las sartenes. Y el cacito del caldo para el guiso. Ah, y las tazas del desayuno. Y los veinte vasos que me voy encontrando por todos los rincones de la casa mientras persigo a R2P2. Y la cacharrada que utiliza mi marido cuando le da por cocinar…. Bueno, vale, que sí, que igual Miguel Ángel Silvestre está buenorro del todo, pensándolo bien.

Pero yo te juro que me arreglo estupendamente sin el lavaplatos. A lo mejor es que, sí, que soy una antigua. Si lo seré que hoy para comer he hecho puré de verduras y croquetas de pollo. Así, sin esferificar ni nada, cómo lo ves. Y sin utilizar ni una gota de nitrógeno líquido. Ni desestructurar las verduras, hala, a pelo. Eso sí, las croquetas las he tenido que deconstruir un poco, porque cuando ya llevaba casi una docena me he dado cuenta de que la forma era impresentable. Ahora, que si hay que modernizarse, yo me modernizo en un pis pas: ¿qué qué he cocinado hoy? Espuma liquidificada de frutas de la huerta de primero y, de segundo, delicias de pollo difuminadas en bechamel y envueltas en destrucción de pan al calor de jugo de oliva, toma ya. Y, de tercero, fregada de platos, que yo sigo siendo más de George Clooney que del Silvestre ese. Aunque, no, tampoco tengo Nespresso.

viernes, 3 de octubre de 2014

PEDRO “EL TELEVISIVO”


Tengo que decir que a mí este chico cada día me parece más simpático. De Pedro Sánchez hablo; sí, el nuevo jefe del PSOE. Es que dice unas cosas que, claro, no me extraña que esté todo el día en el candelabro que decía aquella. Innovador es, no cabe duda. Ya lo demostró cuando salió con aquello de que iba a obligar a sus diputados a ir a los plenos y a las comisiones del Congreso. ¡¡¡¡?????!!!!! ¡La leche! Este tío es un rompedor; un vanguardista de la política.

Hay qué ver qué ingenuidad. La mía, digo. Que, te vas a reír, pero yo estaba convencida de que los diputados cobraban por ir a los plenos. Vamos, por hacer su trabajo, lo mío es grave. Y se ve que no. Que sólo cobran por ser diputados y lo de trabajar es aparte. Y este hombre ha dicho que hasta aquí hemos llegado; que ya que les pagamos, pues que curren. Como siga con esas ideas revolucionarias, este dura dos telediarios. Que en vez de mandarlo a Sálvame, al Hormiguero, al programa de Ana Rosa o al chester de Risto, los suyos lo van a mandar a Top Chef, ¡cuchillos arriba!

Y ahora ha venido a tranquilizar a las mujeres maltratadas, consciente de la gran necesidad que hay, desgraciadamente, de prestarles más atención y articular políticas reales centradas en ellas. No os preocupéis más, ha venido a decir; si yo soy presidente os matarán igual pero os enterraremos con funerales de Estado. ¡¡¡¡?????!!!! Con la asistencia, claro, del Presidente del Gobierno, de los ministros y de la alta política. Vamos, que, con tanto funeral al que, lamentablemente, tendrían que ir, a ver quién le quedaba para los plenos y comisiones del Congreso, ya estamos.

En fin, es lo que tiene considerar que un programa como “Sálvame” es un referente social en nuestro país, como él mismo dijo. Que lo das ya todo por perdido. Y que cuando crees que compites en declaraciones con tus adversarios políticos, en realidad estás compitiendo con, qué se yo, Belén Esteban, por ejemplo. Falta saber si veremos a Pedro, “el televisivo”, en Supervivientes.

lunes, 15 de septiembre de 2014

DIPUTADAS Y DIPUTADOS Y VICEVERSA


Anda lo que me pasó hace unos días, juas, juas. Es que resulta que mis hijas me tienen loca con un programa que ven todas las mañanas en la tele y que yo no soporto porque me parece una horterada y me resulta de lo más desagradable. Menos mal que se han acabado las vacaciones y ya no pueden seguirlo, porque, vamos, el programita es de lo más edificante.

La cosa, por lo que se ve, trata de unos chicos y unas chicas que van allí, básicamente, a ligar unos con otros. Y se disfrazan y todos opinan de unos y otros y votan. Más o menos es algo así. Pero es que cuando llega lo de opinar aquello se convierte, no sé cómo definirlo, en un gallinero en el que se dicen de todo menos bonito o bonita. Y gritan. Gritan mucho. Y dicen cosas muy barriobajeras y se insultan con un tono que qué quieres que te diga. Vamos, que la más fina de las participantes envidiaría la elegancia de la Macu de Aída. Y encima cobran, no te lo pierdas. “¿Y por ir ahí a hacer eso les pagan?”, pregunté yo estupefacta la primera vez que lo vi. Que, oye, que yo respeto mucho los gustos y las cifras de la audiencia, pero de verdad que no puedo con eso.

Pues resulta que el otro día empecé a escuchar desde mi escritorio las lindezas diarias que salían a gritos desde el televisor, ya estamos. “¡Choni!”, decía una. “¡Macarra!”, chillaba otra. “¡Que no tienes ni puta idea!“, “¡Comemierda!”, “¡Fea!”, “Gilipollas!”, “¡Mamarracho!”, “¡Pelele!”… Mira, cuando llegaron al “¡Chulo de barra americana!”, qué nivel, no aguanté más; aquello ya me pareció pasarse de mal gusto. Así que me fui como una flecha a la sala decidida a ordenarles a mis hijas que apagaran la tele. Y menudo chasco me llevé.

Que no estaban viendo el programa de marras, tú. ¡Que lo que había en la tele era un informativo con un reportaje sobre los plenos del Parlamento gallego, madre del amor hermoso! Yo no daba crédito, pero lo que es los políticos que allí aparecían lo perdieron todo. Como yo delante de las niñas, por otra parte; tanto decirles que vean el telediario en vez de esa cosa que ven para esto. Lo peor fue que me preguntaron “¿y por ir ahí a hacer eso les pagan?”. “Les pagamos, hijas, les pagamos”, pensé para mí. Glups.

viernes, 12 de septiembre de 2014

INDEPENDENCIA E INDECENCIA


Hace muchísimos años leí un librito simpatiquísimo sobre el descubrimiento y la colonización de América –cuyo autor, imperdonablemente, no recuerdo- que decía que los que llegaron allí no pudieron saber cuántos indígenas había porque no se estaban quietos y no había forma de contarlos. Pues algo así les debe pasar a los que se encargan de contar participantes en las manifestaciones. Porque es que siempre pasa lo mismo, que no es que haya variaciones entre las cifras que dan unos y otros, es que hay abismos. Y esta última Diada de Catalunya no ha sido una excepción.

1.800.000 personas había en la “V” dijo la Guàrdia Urbana. Y va la Delegación del Gobierno y dice ¡hala, hala, bájate de la moto, que no había más de medio millón!, qué discusión más tonta. Hombre, vamos a ver, que vale, que igual los urbanos han redondeado un pelín a lo alto, pero que todos hemos visto las imágenes, señores míos. Y decir que esa marea humana que nos han enseñado desde tantas perspectivas solo la formaban 500.000 personas, en fin, a mí me parece quedarse largamente cortos. O, sencillamente, serlo.

Pero, es que, además, ¿qué sentido tiene recortar ese éxito de convocatoria? ¿Para qué? Que no pasa nada, hombre. No pasa nada porque Catalunya se haga famosa en el mundo entero por haber organizado la mayor manifestación nunca vista para pedirle el divorcio a España. No es ninguna vergüenza ni, por lo tanto, nada que haya que esconder.

Distinto sería que todos esos catalanes se hubieran manifestado en contra de una gestión, la de sus gobernantes, que recorta en Sanidad y Educación muchísimo más que ninguna otra comunidad autónoma, vamos, de récord total. Que cierra hospitales como quien cierra en el cinquillo y no puede pagar los servicios sociales mientras se gasta millones de euros en la aventura esta de independizarse. Una gestión que ha convertido a su Comunidad en la más endeudada del país, debiendo casi 62.000 millones de euros, que igual a algunos les parecerá tema menor, pero yo hay meses que no los gano; la que más empleo ha destruido –casi la cuarta parte del total de España-; la que tiene los precios más caros; donde aumenta notablemente el riesgo de pobreza. Una comunidad que acapara la mitad de la deuda de empresas públicas de todas las comunidades, que se dice pronto; y casi la cuarta parte de las empresas que han quebrado en toda España, mientras la inversión extranjera pierde comba respecto a otros territorios.

Eso sí que sería vergonzoso, que no es cuestión de airear los trapos sucios por el mundo adelante. Pero de eso ni hablan, menuda imagen iban a dar, que una cosa es la independencia y otra la indecencia. No, qué va, los catalanes de la gran V han salido en las teles y los periódicos de medio universo solo para presumir de que son muchos los que quieren hacer algo que no es legal, pero que como son muchos, pues a ver quién los para. Y, además, si me apuras, al final han dado una imagen, qué te digo yo, muy de folclore español, en plan Lola Flores pidiendo aquello de “si me queréis, irsen”. O al revés, que la dejen irse a ella, a Catalunya digo, qué más da. Lo que no se sabe es adónde ni de qué iban a vivir sin Europa, sin el euro, con ese ritmo de malgasto y con el Barça jugando contra el Hospitalet, pero eso parece que no les importa.

Pues muy bien. Pero, una cosita, caso de que se vayan, digo yo que pagarán antes los miles de millones que el resto de España les ha prestado ¿no? Lo del rescate y eso. A ver si con todo este mareo de perdiz lo que pretenden esos gobernantes catalanes que han demostrado ser tan buenos gestores es hacer un “simpa” y si te he visto no me acuerdo. Porque, efectivamente, una cosa es la independencia y otra la indecencia.

martes, 9 de septiembre de 2014

LOS HUEVOS NEGROS


O sea, que mucho antes de que Hacienda le tocara los huevos a Pujol, ya se los pasaba una pitonisa por la espalda. Bueno, en realidad, Adelina, qué simpática mujer, dice que no es pitonisa ni nada de eso. Que es sanadora. Pero el caso es que, gracias a los huevos, le adivinó al expresident que tenía muchas envidias alrededor. Que tenía mal de ojo, además de un tic en el ídem. Porque eran negros. Los huevos, digo.

Yo no sé si eran negros o verdes, pero lo que tengo claro es que los huevos de Pujol eran cuadrados. Porque hay que tenerlos así para amasar la fortuna que amasó con dinero más negro que los huevos de Adelina y, encima, hacer negocio con ella mandándole clientes a cambio de una comisión que me río yo del 3 por ciento de los constructores. Que la explotaba, dice Adelina, porque por cada consulta no le daba más de 25 euros, con lo que ella le ha dado a ganar, hay que ser mala persona.

No me extraña que la curandera diga de él que era más agarrado que un chotis. También dice que es un piojoso, un atontado y un papanatas. Hombre, esto último lo dirá por su fe ciega en el método huevero porque, por lo demás, el exhonorable tiene poco de crédulo, simple o inocente, visto lo visto.

Lo que no adivinó la adivina, al parecer, es que Pujol iba a Andorra a algo más que a verla a ella. Eso se ha sabido años después sin necesidad de huevos. Y menuda tortilla se ha liado.

Ya sé que esto de Adelina no es más que una anécdota en un asunto escandaloso. Y también sé que grandes dirigentes de la Historia contaban con videntes en su nómina de asesores. Pero es que, sinceramente, yo puedo hacerme a la idea de que este hombre que ha sido tanto, que ha sido tan respetado, que ha dirigido durante tantos años una comunidad con tanta  habilidad que le robaba a manos llenas mientras la convencía de que los ladrones eran de fuera, haya sido un chorizo de gama alta. Pero de ahí a imaginarlo confiando su futuro a un huevo… eso es mucho golpe de dios.

jueves, 4 de septiembre de 2014

DE LA PRENSA Y LOS MEROS INCIDENTES


Dice Mónica Naranjo que viendo los informativos en la tele dan ganas de suicidarse. Pues yo digo que leyendo la prensa no te dan ganas ni de morirte, vaya. Qué tristeza, tú. Es que leo en un periódico, en uno serio ¿eh?, que está entre los primeros de España y bien que presume de ello. Pues leo hoy en su edición digital una información que titula “El tren A Coruña-Vigo sufre un retraso de más de una hora por un accidente en Arousa”. Bueno, pues bien ¿no? No es que la cosa sea muy, muy noticia, porque los retrasos en los trenes son bastante habituales, pero para un breve en dos de sus ediciones locales –que es donde aparece- puede valer. La reseña sigue con un subtítulo en el que se informa de que el tráfico quedó cortado durante dos horas y que resultaron afectados los pasajeros de otros dos viajes. Y el cuerpo de la información, en la que ya no se habla de accidente sino solo de “incidente”, ofrece datos como que la cosa fue a las 8.22 horas, que el convoy estuvo detenido en una estación unos 77 minutos, que la interrupción afectó a tres trenes, que los pasajeros de uno de ellos tuvieron que ser transportados por carretera o que otro sufrió también un retraso.

Hasta ahí todo bastante normal, quitando que ya tiene mérito que Renfe logre que un tren afectado por un paro de dos horas en el tráfico solo llegue algo más de una hora tarde, para que luego digamos. Pero lo triste viene cuando, por fin –porque uno se lo está preguntando desde la primera línea- el periódico en cuestión tiene a bien explicarte el motivo del corte de tráfico ferroviario. O sea, cuál fue el accidente –rebajado a incidente unas líneas más abajo- que causó el parón. Pues bien, te lo explica al final de todo: “El paro del tren se produjo tras morir una mujer arrollada que había dejado el coche en las inmediaciones”. ????!!!!!!!????? Pero… ¡por Dios bendito! ¡Que un tren ha atropellado a una señora y ni muriéndose la pobre merece un titular! Tristísimo.

O sea, que la noticia es que un tren sufre un retraso de más de una hora, ya ves tú, notición. Y que hubo un paro de dos horas en esa línea. Y que los pasajeros de otro tren tuvieron que llegar a su destino por carretera. Pero que una mujer muriera atropellada por el tren de marras, eso ¡bah!, nada, un detalle sin importancia, puro relleno.

A mí eso me parece un sinsentido periodístico. Salvo que la señora fuera como aquella que apareció el año pasado en otro periódico serio por haber muerto dos veces consecutivas. Sí, sí, así lo decía aquel titular, “Fallece por segundo día consecutivo una mujer de 103 años”. Es que, claro, a esas edades, ya se sabe, no se gana para sustos y se muere uno un día sí y otro también. Y, claro, la segunda vez pues ya no es noticia. O a lo mejor el periódico este de hoy no estaba del todo seguro de que la mujer del tren hubiera fallecido porque no se le había hecho una autopsia como aquella de la que hablaba otro diario que tituló en su día “La autopsia confirma al 100% la muerte de…”. Que más vale ser prudentes, oye, no vaya a pasar como con aquel diputado de Turismo que, según otro rotativo, volvió al trabajo tras morir casi ahogado. Que menos mal que no se ahogó del todo, porque ya era lo que le faltaba al pobre, después de morirse y encima tener que volver a trabajar.

Pero, vamos, que no, que todo parece indicar que esta pobre señora arrollada por el tren estaba muerta, o “gravemente muerta” como decía de otra persona otro diario hace tiempo. Y que la cosa no se quedó en “graves daños cerebrales en el hígado, intestinos, vejiga y pérdida de visión”, como se podía leer en otra noticia antigua. Lo que yo te digo, que hay gente que no tiene la cabeza en su sitio.

Vaya todo este comentario sin acritud, que los periodistas somos “personas humanas” y tenemos nuestros días. Pero vaya, sobre todo, como homenaje a esa pobre mujer que ha muerto hoy dos veces: en una vía y en un periódico que no le ha prestado la menor importancia y la ha rebajado a mero incidente. Descanse en paz.

domingo, 31 de agosto de 2014

PON UNA COLECCIÓN EN TU OTOÑO


Son, estos, días de bajón para mucha gente. Sí, se acaban las vacaciones. Agosto se despide y el veraneo también. A todos los afectados: no estéis tristes. La vuelta a la rutina tiene cosas muy positivas. Ya, ya sé que pensar en el reencuentro con los compañeros de trabajo o de estudios, en el momento de darles la tabarra a los amigos con las fotos del verano o en la moda otoño-invierno no es suficiente consuelo. Ni siquiera la vuelta de la Liga de fútbol anima lo bastante, ya lo sé. Pero por eso precisamente hay expertos en esto del síndrome post-vacacional que han dado con la solución perfecta. Con la fórmula mágica para aliviar la vuelta a la rutina. ¡Qué digo aliviar! Mucho más que eso, es algo que hace que todos deseemos ansiosos la llegada de estas fechas: los coleccionables. Siiii, ¡qué inventazo!

Vamos a ver, ¿qué importancia tiene dejar la playa y el relax cuando podemos tener un precioso barco del Siglo XVII construido por nosotros mismos pieza a pieza? ¿eh? Nada menos que el Sovereign of the Seas, toma ya. ¡Y solo en 135 entregas! Bueno, bueno, bueno. Que el barquito te sale por más de 1.100 euracos y luego seguro que no sabes dónde ponerlo, pero ¿y la emoción de acudir al quiosco cada semana o cada quince días a buscar la nueva piececita? Eso no tiene precio.

Ahora, que si lo tuyo es más el aire que el mar, siempre puedes coleccionar unos preciosos helicópteros de combate a escala. 60 nada menos. Que yo siempre he pensado, la verdad, que una casa no está bien puesta del todo hasta que no tiene en su vitrina o en sus estanterías 6 decenas de helicopteritos de guerra. Vamos, es de manual básico de interiorismo. Y, ya, si complementas la decoración minimalista con la colección de los cascos en miniatura de Star Wars -60 también- lo petas. Entre los helicópteros y los cascos la cosa se te va a los 1.600 euros, pero tu casa queda de revista, no me digas.

Pero hay más ofertas. Por ejemplo, ¿qué más da que tengas que volver a la oficina y aguantar al ogro de tu jefe si puedes dedicar tu tiempo libre, entre el trabajo, las reuniones de principio de curso de los niños, la compra de los libros y el llenado de la nevera a confeccionarte con tus manitas una preciosa manta patchwork? La ilusión de tu vida, no lo niegues. ¿Qué son 104 fascículos y 600 euros largos para tricotar esa maravilla que jubilará, por fin, a la horrible colcha que te regaló tu suegra? Nada, un entretenimiento genial. Y para tener a los niños ocupados los fines de semana, mientras tú le das al punto, puedes enseñarles a elaborar postres mágicos de Disney con preciosos moldes, cortapastas, plantillas y utensilios coloridos para modelar. La cosa te da para 60 fines de semana; o sea, que llega el siguiente verano y tú aún estás liada con las galletitas. Porque tus hijos te han abandonado en la tercera entrega fijo.

Yo creo que, dentro de este prodigio de terapia para volver a la cruda realidad, me voy a decantar por el Ford Mustang Shelby GT 500. Un modelo de 1967 que siempre he querido tener aunque no me hubiera dado cuenta hasta ver el anuncio en la tele. Qué preciosidad de maqueta, con su matrícula de California y todo. En cien entregas y algo más de mil euros lo tengo hecho. Eso si entiendo las instrucciones y la pieza A encaja en la C-1 antes de que mi paciencia –que es de tamaño mini- se haya ido a tomar viento, claro. Además, con la entrega 14 me regalan la vitrina para exponerlo, una bicoca. Lo que no tengo claro es dónde pondré la vitrina con el coche dentro. Tal vez quede bien entre los helicópteros de combate y los cascos de Star Wars. No, mejor al lado del Sovereign of the Seas, por aquello del contraste de vehículos. Bueno, no sé; de momento, cuando lo acabe, y mientras decido su ubicación definitiva, lo taparé con la manta patchwork para que no se llene de polvo.

Desde luego, el que se deprima porque se acaban las vacaciones es que tiene muy poco espíritu de nuestro señor. Porque ese horizonte de ocio y diversión que ofrecen los coleccionables anima a cualquiera ¿que no? ¡Pon una colección en tu otoño, hombre de Dios! Igual que aquel anuncio de cuando yo era niña que decía algo así como “se va el verano… ¡vuelven las quinielas!” ahora podemos decir “¡que le den al verano! ¡vuelven los coleccionables!” ¡Yuhuuuuu!

viernes, 29 de agosto de 2014

FILOSOFÍA DE FACEBOOK


Oye, esto del Facebook es todo un pozo de sabiduría ¿eh? Yo entro todos los días y he comprobado que me brinda grandes enseñanzas, además de interesantes descubrimientos. He descubierto, por ejemplo, que la gente está bastante aburrida. Sí. ¿Por qué, si no, iba a haber tantas personas que desde bien temprano desean los buenos días en la red como si cada mañana fuera especial? Buenos días, amigos. Buenos días a todos. Buenos días con flores. Buenos días con perritos. Buenos días con gatitos… Y, normalmente, esos mismos te desean las buenas noches al final del día. ¡Con fotos y dibujos distintos! Que hay que ver lo que se entretiene el personal en buscar ilustraciones; si utilizáramos el mismo tiempo en ilustrarnos, mejor nos iría.

Pero, como decía, lo mejor es la sabiduría que emana de ese pozo que es Facebook. Mira, si no, la de filosofía que te encuentras un minuto sí y otro también entre videos de perros, selfies, chistes, videos de perros, fotos de la familia, imágenes de paisajes preciosos, vídeos de perros, fotos de lugares paradisíacos, famosas con photoshop, vídeos de perros, noticias, inventos curiosos y vídeos de perros:

“Hasta la mejor persona se cansa de mover montañas por quien no mueve por ella ni una sola piedra”. Vamos a ver una cosa; pero… ¿quién rayos tiene que mover montañas por alguien? Es que yo puedo hacer muchas cosas por según quién, pero mover montañas me parece un exceso. Pues mira tú que después me encuentro este otro consejo feisbukero: “Transporta un puñado de tierra todos los días y construirás una montaña”. Y dale. ¡Qué manía con las montañas! ¿Pero para qué la vas a construir? ¿eh? ¿Para luego tener que moverla por alguien que no movería por ti ni una piedra?  ¡Anda ya!

Luego las hay más simpáticas. Por ejemplo: “Si te dice que ya no hay magia en la relación es porque ya le están haciendo trucos con otra varita”. Je, je. Que profundo. Vamos, que lo que quiere es que desaparezcas. Que el conejo está en otra chistera, vaya. Uy, esto empieza a degenerar. Mejor pasamos a otra sentencia filosófica: “El encuentro entre dos personas es como el contacto entre dos sustancias químicas: si se produce una reacción, las dos se transforman”. Hasta que llega el de la otra varita y la transformación se desmadra, añadiría yo.

Hay, incluso, algunas ideas de esas que yo diría que rayan la irresponsabilidad. Leo hoy, sin ir más lejos: “Cuando veas a un hombre bueno, trata de imitarlo; cuando veas a un hombre malo, reflexiona”. ¿Cómo reflexiona? O sea, ¿que tú ves a un delincuente y lo que haces es pararte y reflexionar, uy qué chorizo es ese tío? Vamos, hombre. Si ves un hombre malo ¡corre! Huye de él tan lejos como puedas, no vaya a ser que se lo pongas tan fácil que la reflexión acabe como el rosario de la aurora. Qué cosas.

Aunque a mí los que más me gustan son los consejos solemnes que mucha gente se empeña en darte. “Persiste, si todo fuera fácil, cualquiera lo lograría”, colgaba alguien esta mañana. Bueno, pues estupendo ¿no? ¿Cuál es el problema? Mejor que sea fácil y cualquiera lo logre. ¡Así puede mover otro la montaña, leñe! “No mires atrás; la meta te espera”, decía otro. Pero, vamos a ver, ¿cuál es la meta? ¿Hasta dónde se supone que hay que llevar la montaña? Y, además, ¿cómo no voy a mirar atrás? ¡Tendré que comprobar si el hombre malo me persigue! Vamos, digo yo.

Otros de esos consejos para guiar tu vida a golpe de click son de una ética dudosa. Veamos: “No es necesario mostrar bellezas a los ciegos. Ni decir verdades a los sordos. Basta no mentir al que te escucha”. A ver, ¿está diciendo que a los sordos se les puede mentir y no pasa nada porque son sordos? Hombre, qué fuerte. Que no oigan no quiere decir que no se comuniquen ¿eh? Así que si, por ejemplo, se ha acabado la magia, yo creo que habrá que decirle que la varita la tiene otro ¿no? O que te has cansado de mover montañas por él. Se lo dices y todos tan amigos, que ya se sabe que “lo más triste de la traición es que nunca proviene de tus enemigos”, qué le vamos a hacer. Además, “nadie es lo suficientemente importante para amargar tu vida”, qué va. Y hay que tener siempre en cuenta esta otra cita asidua del Facebook: “a mí me gusta que me digan la verdad; ya yo veré si duele o no”. Pues, claro, ya él lo verá. ¡Que es sordo, pero no ciego!

En fin, creo que ha llegado el momento de aplicar uno de esos consejos y despedirme por hoy. Porque “es mejor retirarse y dejar un bonito recuerdo que insistir y convertirse en una verdadera molestia”.