Emburciadas

Contador

domingo, 31 de agosto de 2014

PON UNA COLECCIÓN EN TU OTOÑO


Son, estos, días de bajón para mucha gente. Sí, se acaban las vacaciones. Agosto se despide y el veraneo también. A todos los afectados: no estéis tristes. La vuelta a la rutina tiene cosas muy positivas. Ya, ya sé que pensar en el reencuentro con los compañeros de trabajo o de estudios, en el momento de darles la tabarra a los amigos con las fotos del verano o en la moda otoño-invierno no es suficiente consuelo. Ni siquiera la vuelta de la Liga de fútbol anima lo bastante, ya lo sé. Pero por eso precisamente hay expertos en esto del síndrome post-vacacional que han dado con la solución perfecta. Con la fórmula mágica para aliviar la vuelta a la rutina. ¡Qué digo aliviar! Mucho más que eso, es algo que hace que todos deseemos ansiosos la llegada de estas fechas: los coleccionables. Siiii, ¡qué inventazo!

Vamos a ver, ¿qué importancia tiene dejar la playa y el relax cuando podemos tener un precioso barco del Siglo XVII construido por nosotros mismos pieza a pieza? ¿eh? Nada menos que el Sovereign of the Seas, toma ya. ¡Y solo en 135 entregas! Bueno, bueno, bueno. Que el barquito te sale por más de 1.100 euracos y luego seguro que no sabes dónde ponerlo, pero ¿y la emoción de acudir al quiosco cada semana o cada quince días a buscar la nueva piececita? Eso no tiene precio.

Ahora, que si lo tuyo es más el aire que el mar, siempre puedes coleccionar unos preciosos helicópteros de combate a escala. 60 nada menos. Que yo siempre he pensado, la verdad, que una casa no está bien puesta del todo hasta que no tiene en su vitrina o en sus estanterías 6 decenas de helicopteritos de guerra. Vamos, es de manual básico de interiorismo. Y, ya, si complementas la decoración minimalista con la colección de los cascos en miniatura de Star Wars -60 también- lo petas. Entre los helicópteros y los cascos la cosa se te va a los 1.600 euros, pero tu casa queda de revista, no me digas.

Pero hay más ofertas. Por ejemplo, ¿qué más da que tengas que volver a la oficina y aguantar al ogro de tu jefe si puedes dedicar tu tiempo libre, entre el trabajo, las reuniones de principio de curso de los niños, la compra de los libros y el llenado de la nevera a confeccionarte con tus manitas una preciosa manta patchwork? La ilusión de tu vida, no lo niegues. ¿Qué son 104 fascículos y 600 euros largos para tricotar esa maravilla que jubilará, por fin, a la horrible colcha que te regaló tu suegra? Nada, un entretenimiento genial. Y para tener a los niños ocupados los fines de semana, mientras tú le das al punto, puedes enseñarles a elaborar postres mágicos de Disney con preciosos moldes, cortapastas, plantillas y utensilios coloridos para modelar. La cosa te da para 60 fines de semana; o sea, que llega el siguiente verano y tú aún estás liada con las galletitas. Porque tus hijos te han abandonado en la tercera entrega fijo.

Yo creo que, dentro de este prodigio de terapia para volver a la cruda realidad, me voy a decantar por el Ford Mustang Shelby GT 500. Un modelo de 1967 que siempre he querido tener aunque no me hubiera dado cuenta hasta ver el anuncio en la tele. Qué preciosidad de maqueta, con su matrícula de California y todo. En cien entregas y algo más de mil euros lo tengo hecho. Eso si entiendo las instrucciones y la pieza A encaja en la C-1 antes de que mi paciencia –que es de tamaño mini- se haya ido a tomar viento, claro. Además, con la entrega 14 me regalan la vitrina para exponerlo, una bicoca. Lo que no tengo claro es dónde pondré la vitrina con el coche dentro. Tal vez quede bien entre los helicópteros de combate y los cascos de Star Wars. No, mejor al lado del Sovereign of the Seas, por aquello del contraste de vehículos. Bueno, no sé; de momento, cuando lo acabe, y mientras decido su ubicación definitiva, lo taparé con la manta patchwork para que no se llene de polvo.

Desde luego, el que se deprima porque se acaban las vacaciones es que tiene muy poco espíritu de nuestro señor. Porque ese horizonte de ocio y diversión que ofrecen los coleccionables anima a cualquiera ¿que no? ¡Pon una colección en tu otoño, hombre de Dios! Igual que aquel anuncio de cuando yo era niña que decía algo así como “se va el verano… ¡vuelven las quinielas!” ahora podemos decir “¡que le den al verano! ¡vuelven los coleccionables!” ¡Yuhuuuuu!

viernes, 29 de agosto de 2014

FILOSOFÍA DE FACEBOOK


Oye, esto del Facebook es todo un pozo de sabiduría ¿eh? Yo entro todos los días y he comprobado que me brinda grandes enseñanzas, además de interesantes descubrimientos. He descubierto, por ejemplo, que la gente está bastante aburrida. Sí. ¿Por qué, si no, iba a haber tantas personas que desde bien temprano desean los buenos días en la red como si cada mañana fuera especial? Buenos días, amigos. Buenos días a todos. Buenos días con flores. Buenos días con perritos. Buenos días con gatitos… Y, normalmente, esos mismos te desean las buenas noches al final del día. ¡Con fotos y dibujos distintos! Que hay que ver lo que se entretiene el personal en buscar ilustraciones; si utilizáramos el mismo tiempo en ilustrarnos, mejor nos iría.

Pero, como decía, lo mejor es la sabiduría que emana de ese pozo que es Facebook. Mira, si no, la de filosofía que te encuentras un minuto sí y otro también entre videos de perros, selfies, chistes, videos de perros, fotos de la familia, imágenes de paisajes preciosos, vídeos de perros, fotos de lugares paradisíacos, famosas con photoshop, vídeos de perros, noticias, inventos curiosos y vídeos de perros:

“Hasta la mejor persona se cansa de mover montañas por quien no mueve por ella ni una sola piedra”. Vamos a ver una cosa; pero… ¿quién rayos tiene que mover montañas por alguien? Es que yo puedo hacer muchas cosas por según quién, pero mover montañas me parece un exceso. Pues mira tú que después me encuentro este otro consejo feisbukero: “Transporta un puñado de tierra todos los días y construirás una montaña”. Y dale. ¡Qué manía con las montañas! ¿Pero para qué la vas a construir? ¿eh? ¿Para luego tener que moverla por alguien que no movería por ti ni una piedra?  ¡Anda ya!

Luego las hay más simpáticas. Por ejemplo: “Si te dice que ya no hay magia en la relación es porque ya le están haciendo trucos con otra varita”. Je, je. Que profundo. Vamos, que lo que quiere es que desaparezcas. Que el conejo está en otra chistera, vaya. Uy, esto empieza a degenerar. Mejor pasamos a otra sentencia filosófica: “El encuentro entre dos personas es como el contacto entre dos sustancias químicas: si se produce una reacción, las dos se transforman”. Hasta que llega el de la otra varita y la transformación se desmadra, añadiría yo.

Hay, incluso, algunas ideas de esas que yo diría que rayan la irresponsabilidad. Leo hoy, sin ir más lejos: “Cuando veas a un hombre bueno, trata de imitarlo; cuando veas a un hombre malo, reflexiona”. ¿Cómo reflexiona? O sea, ¿que tú ves a un delincuente y lo que haces es pararte y reflexionar, uy qué chorizo es ese tío? Vamos, hombre. Si ves un hombre malo ¡corre! Huye de él tan lejos como puedas, no vaya a ser que se lo pongas tan fácil que la reflexión acabe como el rosario de la aurora. Qué cosas.

Aunque a mí los que más me gustan son los consejos solemnes que mucha gente se empeña en darte. “Persiste, si todo fuera fácil, cualquiera lo lograría”, colgaba alguien esta mañana. Bueno, pues estupendo ¿no? ¿Cuál es el problema? Mejor que sea fácil y cualquiera lo logre. ¡Así puede mover otro la montaña, leñe! “No mires atrás; la meta te espera”, decía otro. Pero, vamos a ver, ¿cuál es la meta? ¿Hasta dónde se supone que hay que llevar la montaña? Y, además, ¿cómo no voy a mirar atrás? ¡Tendré que comprobar si el hombre malo me persigue! Vamos, digo yo.

Otros de esos consejos para guiar tu vida a golpe de click son de una ética dudosa. Veamos: “No es necesario mostrar bellezas a los ciegos. Ni decir verdades a los sordos. Basta no mentir al que te escucha”. A ver, ¿está diciendo que a los sordos se les puede mentir y no pasa nada porque son sordos? Hombre, qué fuerte. Que no oigan no quiere decir que no se comuniquen ¿eh? Así que si, por ejemplo, se ha acabado la magia, yo creo que habrá que decirle que la varita la tiene otro ¿no? O que te has cansado de mover montañas por él. Se lo dices y todos tan amigos, que ya se sabe que “lo más triste de la traición es que nunca proviene de tus enemigos”, qué le vamos a hacer. Además, “nadie es lo suficientemente importante para amargar tu vida”, qué va. Y hay que tener siempre en cuenta esta otra cita asidua del Facebook: “a mí me gusta que me digan la verdad; ya yo veré si duele o no”. Pues, claro, ya él lo verá. ¡Que es sordo, pero no ciego!

En fin, creo que ha llegado el momento de aplicar uno de esos consejos y despedirme por hoy. Porque “es mejor retirarse y dejar un bonito recuerdo que insistir y convertirse en una verdadera molestia”.

lunes, 25 de agosto de 2014

VERANO, PUJOL, MERKEL Y ELECCIONES


Debo reconocer, una vez más, que tengo esto un poco abandonado. Chica, es que esto del verano es lo que tiene, que cambias la rutina y te mueves en otros círculos. En mi caso, concretamente, en el círculo que forma el recorrido desde la cama a la tumbona, pasando por la cocina para preparar gazpacho y otros potingues. Un sopor, vaya. Y, claro, con tanta actividad, pues no tengo tiempo de atender esto. Que tampoco es que me preocupe ¿eh? Que digo yo que si Pujol no tuvo en 34 años un momentito para regularizar la situación de sus ahorrillos ante el Fisco pues tampoco será tan grave que yo no haya encontrado en 17 días el momento adecuado para ponerme a escribir.

Además, el sopor veraniego afecta también a la inspiración. Hasta miras la prensa con otros ojos. Y eso que temas hay, no te creas. Y no me refiero solo a lo de Pujol, por ejemplo. Que tiene tela, sí. Tanto tiempo escuchando eso de que España robaba a Catalunya y resulta que los ladrones estaban dentro. Que el caso viene a ser algo así como lo del robo del Códice Calixtino ¿te acuerdas? Un año estuvimos oyendo teorías de lo más variopintas, desde una mafia de traficantes de obras de arte hasta un complot islamista, para que luego resultara que el ladrón había sido Manolo el electricista, que también estaba dentro, como Pujol. Un fenómeno. Y Manolo también.

Y tampoco me refiero a la visita de la Merkel a Galicia, que también está dando mucho de sí. Que, además de autoridades, turistas y una manifestación, a la alemana la han recibido en Compostela dos apóstoles: Santiago y un escritor gallego de esos que suelen estar en todos los saraos en plan salvapatrias. En nombre de una asociación, el susodicho le ha exigido a la canciller que pida disculpas por el apoyo de los nazis a Franco, toma ya. Que digo yo que es como si le exigen a él que pida disculpas por lo que hizo Franco, que también era gallego. Anda, que espero que la Merkel se haya llevado una buena imagen de esta tierra y de la Ruta Jacobea, porque lo que es de nuestra intelectualidad… en fin.

Pero, no, no. Hay una noticia que me ha llamado más la atención y que tiene que ver con elecciones. Y no, no estoy hablando de la reforma electoral que prepara Rajoy y que los socialistas critican a pesar de que la llevaban en su programa electoral. Hablo de un japonés que les da cien mil vueltas a los del PP y a los del PSOE en eso de buscar la forma de ganar elecciones. El tipo, que quería presentarse a no se sabe qué, fue a lo seguro: si no tengo votantes, los fabrico. Así mismo, tú. Y se hizo cliente más que habitual de una clínica de Tailandia dedicada a proporcionar madres de alquiler con el objetivo de tener miles de hijos que luego le votaran. Que es mucho suponer, además de mucho darle al manubrio. Porque ya se sabe que hay ciudadanos que no votan ni a su padre. Primero tendría que reconocerlos a todos. Y después mantenerlos y educarlos y, sobre todo, instruirlos para lograr su objetivo. Y eso le iba a llevar muchísimo tiempo. Más que a Pujol regularizar lo de sus ahorrillos.

sábado, 9 de agosto de 2014

VERANO IRLANDÉS Y SANIDAD


Leo en un periódico el siguiente titular: “Verano irlandés en Galicia”. Pues mira, no. Yo acabo de estar en Irlanda y ya quisiera yo ese veranito aquí. Que me fui pensando que me iba a una Galicia bis y resulta que tuve un tiempo soleado y de lo más agradable. Algo fresquito a ratos, pero de lluvia, cuatro gotas perdidas. Y lo de aquí… Lo de aquí mejor ni lo comento.

Y es que, aunque inicié el viaje prejuzgando lo contrario, lo del tiempo fue de las pocas cosas que no me hizo caer en aquello de que nada como salir fuera para valorar lo propio. Porque tú vas al extranjero y disfrutas un montón viendo ciudades, paisajes y paisanajes, pero vives muchos momentos en los que te acuerdas del marciano aquel, “mi caaasaaaa”. Sin ir más lejos, a la hora de llenar el estómago. Que para comer, España. Sin duda.

Hubo otro de esos momentos en mi estancia en Dublín, verás. Por un problema menor pero molesto, una, al parecer, conjunción de virus con contractura insufrible, me encontré casi sin alma y tuve que acudir al servicio de urgencias de un hospital. Y allí se me cayó a los pies el cachito de alma que me quedaba. Que nos quejamos aquí de la Sanidad, sí. Y no digo yo que sin razón ¿eh? Pero es que lo de allí….

Lo primero que piensas al llegar a Urgencias es que en vez de estar en un hospital estás detenida en una comisaría. Porque allí no te preguntan qué te pasa; allí te interrogan. Para atenderme quisieron saber hasta ¡mi religión! Que por un momento llegué a temer que me hicieran confesar cuánto tiempo hacía que no me confesaba, válgame el cielo. La señora de la ventanilla de admisión me preguntó también si aquel tipo que me acompañaba era mi marido. Y lo dijo con un tono y una cara de asco tal que a punto estuve de contestarle “ya ve, es lo que hay”. A mi hija ni la miró. No le interesó siquiera saber si era hija de los dos, si había nacido dentro del matrimonio o si era fruto de una aventura mía con un señor de Burgos. Eso no cuenta. Menos mal.

Después me atendió un enfermero con tal inmediatez que no pude evitar prometérmelas felices. Pero qué va. Después de otra tanda larga de preguntas, el enfermero me mandó volver a la sala de espera. Y allí estuve ¡más de cinco horas! des-esperando. Que sí, que ya sé que aquí también hay esperas desesperantes en los servicios de urgencias. Pero es que allí no se movió nadie en ese larguísimo rato. Que no lo digo por mí, que lo mío era doloroso pero soportable y con apariencia de leve. Pero es que en esas cinco horas tampoco llamaron a la señora que tenía la cabeza totalmente torcida por, aparentemente, una parálisis; ni a los dos tipos con las piernas rotas; ni al que sangraba por toda la geografía de su cara y al que nadie le dio ni unas míseras gasas para secar la sangre. Allí no llamaban a nadie.

Finalmente me atendió un médico que no osó ni mirarme a la cara ni demostró mayor interés por mí, salvo una mueca de disgusto al comprobar que el inglés no era mi idioma. Me preguntó algunas cosas a una velocidad que costaba seguir, teniendo en cuenta la necesaria traducción. Me mandó a un pasillo a hacerme una radiografía, me hizo también un análisis de sangre y otra vez a la sala de espera, donde seguían la cabeza torcida, las piernas rotas y la cara sangrante. Tras un buen rato más, me llamó el mismo médico para darme el diagnóstico y me recetó un montón de pastillas, incluyendo unos ansiolíticos. Pero lo más curioso es que ni el médico, ni el enfermero ni la señora de admisión me preguntaron si era alérgica a alguna sustancia. Increíble. Cinco medicamentos me prescribió el tipo sin saber si podía tomarlos.

O sea, que en Irlanda ser alérgico a la aspirina o a la penicilina no tiene la más mínima importancia. Siempre que una sea católica y el tipo que la acompaña sea su marido y no un señor de Burgos.

Eso sí, hacía sol.

domingo, 3 de agosto de 2014

DE TURISMO Y PARECIDOS


Hola, hola, hola. Aquí estoy again. Que sí, que me he ido unos días de vacaciones, seguro que lo habíais notado. Bueno, más bien de turismo, porque las vacaciones se supone que son para descansar y yo estoy más cansada que antes de irme. ¡Madre mía, qué manera de andar, oye! Pero ha merecido la pena conocer algo de Irlanda y volver a Londres, que sí.

Yo quería haber ido a un sitio de playa y tumbona donde el sol fuera como poco un fijo discontinuo y no un parado de larga duración como aquí, qué quieres que te diga. Pero mi familia se rige por un extraño decreto según el cual el destino vacacional lo eligen entre todos menos yo, ya ves. Así que allá nos fuimos, a una Galicia en la que hablan en inglés y conducen por la izquierda. Pero no me quejo, ¿eh? Que me ha encantado.

Lo primero que piensas cuando estás a punto de aterrizar en Dublín es que el avión ha vuelto a Lavacolla sin avisar. Porque el decorado que se ve desde la ventanilla está pintado en tonos gallegos, o sea, el verde vegetal y el gris nubarrón.  Pero es Irlanda. Te das cuenta sobre todo cuando te subes al taxi y te empeñas en sentarte en el asiento del conductor, que allí está donde aquí ponen el del copiloto. Manías.

Y lo cierto es que a las tierras les pasa un poco como a las personas: pueden parecerse mucho y ser, al mismo tiempo, totalmente distintas. Y, en cualquier caso, resulta interesante conocerlas. Dublín merece la pena una visita. Es una ciudad realmente bonita y con mucho ambiente. Imprescindible meterse en uno de sus pubs con música en directo y tomarse una buena cerveza. O dos, que su graduación es bajita.

Preciosa la excursión a la Calzada de los Gigantes. Interesante Belfast. Encantadora la ciudad de Galway, con mucho ambiente también. De leyenda los paisajes y castillos del Parque Nacional de Burren.

Y fantásticos los acantilados de Moher. Aunque su visita sirvió para comprobar cómo, a veces, buscamos lejos lo que no valoramos aquí: al regreso de la excursión, mirando las fotos que habíamos hecho en los acantilados, mi familia alabó especialmente una que les enseñé en mi móvil. Les pareció una vista preciosa e incluso discutieron un ratito sobre el lugar desde donde la había tomado. “¿La hiciste desde el camino que hicimos al borde del precipicio?” “No, yo creo que es desde la torre”, decían. Hasta que les saqué de dudas: “Me la acabo de bajar de Internet. Son los acantilados de Valdoviño, que os recomiendo visitar”.

Y es que a mí me encanta viajar y conocer sitios nuevos. Pero también me parece pecado irse tan lejos y no conocer las maravillas que tenemos al lado de casa. ¿O no? Pues eso.