Emburciadas

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jueves, 30 de junio de 2016

MADUREZ Y DEMOCRACIA


En plena resaca electoral, y mientras los partidos andan a por pactos, los tertulianos a por explicaciones y las empresas demoscópicas a por uvas, yo, en un análisis paralelo, me quedo con los muchos comentarios que leo en las redes sociales y en medios digitales. Y me quedo preocupada.

Mejorable o no, la democracia es un bien muy preciado que nos costó mucho conseguir. Y solo tiene una base: el respeto. Respeto a las lícitas opiniones y decisiones de los demás. Por eso me quedo preocupada ante tan descomunal oleada de comentarios tachando desde insensatos hasta “subnormales”, o incluso deseándoles la muerte, a quienes apoyaron al partido más votado y, en menor medida, al segundo.

Puede que nuestra democracia no sea perfecta. Pero lo que esos muchísimos comentarios parecen indicar es que el nivel de madurez de nuestra sociedad es aún muy imperfecto. Que una cosa es tener mal perder y otra llamar hijos de puta a los que no votan ni piensan como ellos. O putos viejos de mierda. O catetos, los más amables. Y no me vale lo de que las redes sociales es lo que tienen. No; las redes sociales solo son un medio que permite expresar fácil y masivamente una actitud. Y eso es lo preocupante: la actitud.

Una actitud que recuerda demasiado a aquellos oscuros tiempos de nuestro país en los que solo una ideología, una religión o una cultura era la de los buenos y los contrarios no merecían otra cosa que el paredón. Hay quien insinúa, incluso, que los votantes del PP no debieran tener la conciencia tranquila. Les ha faltado decir que irán al infierno por no comulgar con los “salvadores” de este país de pecado y perdición, como los que no comulgaban con la Iglesia Católica, la gran salvadora en el franquismo. Cuando autores de ese tipo de comentarios se alzan como progresistas y defensores de la libertad me echo a temblar. Y me dan ganas de reír por no llorar cuando esos mismos llaman fascistas a otros solo porque piensan y deciden libremente.

A mí también me sorprende que aún haya mucha gente que vote a un partido que considera Venezuela como el ejemplo a seguir. O que muchos sigan pensando que la corrupción está solo en el PP mientras lo del PSOE en Andalucía va ya por el chorro y medio de millones. O que sean tantos los que no recuerdan que las apreturas de ahora vienen del derroche económico de los de antes. Pero eso nunca puede ser excusa para insultar a nadie. Ni siquiera escondidos en el anonimato cobarde de Twitter.

Que quienes no han visto cumplidas sus expectativas se limiten a buscar culpables ajenos, o aún se pregunten qué ha pasado, resulta curioso. Pero ese odio esparcido por las redes y otros foros refleja algo muy grave. Ahí sí que nos jugamos mucho. Si perdemos el respeto, lo perderemos todo. Y lo de menos será quién nos gobierne.

En democracia hace falta madurez. Y, por si alguno no se ha enterado, no tiene nada que ver con defender a Maduro.

miércoles, 1 de junio de 2016

PERO ¿QUÉ HAY DE LO NUESTRO?


Podemos ha fagocitado a Izquierda Unida con el objetivo de quitarle el puesto al PSOE y quedar de segundos con aspiraciones. El PSOE promete que no pactará con el PP porque lo que quiere es echarlo. El PP carga sin piedad contra Ciudadanos porque intentó hacer presidente a Pedro Sánchez. Ciudadanos ataca al PP y le exige que cambie a su candidato. Rajoy le aconseja al PSOE que no pacte con Podemos porque lo devorará. Albert Rivera dice que Rajoy quiere la gran coalición con el PSOE solo para tapar sus trapos sucios. Pedro Sánchez asegura que no será presidente con los votos de Pablo Iglesias, pero vuelve a ofrecer un pacto a Podemos y a Ciudadanos para dejar fuera al PP...

Y en eso andan. Bueno, en eso y en si debate a cuatro, debate a dos, cara a cara, cachete con cachete o pechito con pechito. Este es el panorama ante la cita que tenemos dentro de menos de un mes para elegir a nuestros representantes de entre esta gente. Estupendo, oye. Pero ¿qué hay de lo nuestro? De los que votamos, digo. A saber: lo nuestro es si va a bajar el paro, se va a mejorar la Educación, se van a reducir las listas de espera sanitarias, va a ser más fácil acceder a una vivienda, va a haber menos pobreza, vamos a tener sueldos más dignos y si, en definitiva, los famosos brotes verdes van a enraizar de una vez en nuestros bolsillos. Es lo que tiene no ser candidatos electorales, que nos preocupamos por tonterías. En cambio, ellos –ya lo vemos- tienen responsabilidades mucho mayores, que empiezan y acaban en ellos mismos.

Y, aunque falta un poco más, me temo que la cosa no va a ser muy distinta en las elecciones gallegas. No hay más que ver el ofrecimiento que ha hecho En Marea a PSOE y BNG de un frente común para ¿unir esfuerzos, conciliar ideologías y mejorar las cosas? No; un frente común para echar al PP, esa gran meta. Que eso ya lo hicieron socialistas y nacionalistas en 2005 y lo suyo fue bipartirse la cara y zancadillearse mutuamente durante cuatro años escasos hasta que los echaron a ellos. Y lo mismo ocurrió hace un año en algunos ayuntamientos con las mareas apoyadas por el PSOE o por el BNG y ya vemos lo que pasa: suspenso general.

Que quienes nos piden el voto lo hagan con el único objetivo de emular al Iznogud de Goscinny, que quería “ser califa en lugar del califa”, es bastante deprimente. Pero es lo que hay. A la vista de lo que se lee, ve y escucha, da la sensación de que a estos políticos lo nuestro les importa más bien poco. Están demasiado ocupados en preguntarse qué hay de lo suyo.